jueves, 2 de septiembre de 2010

No existe la "generación ni-ni", sino el paro y la precariedad

Esta ficción ampliamente difundida oculta de hecho que la realidad sociolaboral de la juventud es mucho más precaria e inestable.
No existe la "generación ni-ni", sino el paro y la precariedad. Esta es la conclusión que extrae Javier Pueyo, adjunto a la Secretaría Confederal de Juventud de CCOO, de la Encuesta de Población Activa. Sólo el 3,89% de la juventud española no explica objetivamente su inactividad, un porcentaje irrelevante que apenas ha variado en los últimos años y que es menor que en otras franjas de edad como la de 40 a 54 en la que el porcentaje es del 4,18%.

Distintos medios informativos y de entretenimiento han acuñado la expresión "generación ni-ni" para referirse al colectivo juvenil que ni estudia ni trabaja ni busca empleo. Algunas televisiones han llegado a cifrar en un 15% el conjunto de jóvenes españoles que forma parte de esa supuesta generación improductiva, apática y desorientada, y se han aventurado incluso a definirla y caracterizarla en términos sociológicos.
Pero, ¿existe realmente la "generación ni-ni"? La Encuesta de Población Activa (EPA) ofrece suficientes indicadores para realizar una aproximación realista a la denominada "generación ni-ni". Tomando como referencia la EPA del último trimestre de 2009, se observa cómo del total de 7.831.000 jóvenes que tienen entre 16 y 29 años, 2.795.000 se encuentran en la inactividad (es decir: son personas que, al ser preguntadas, declaran que ni trabajan ni están buscando empleo. Sin embargo, de esa cifra hay que descontar a los más de dos millones que declaran estar estudiando o formándose.
¿Puede el resto ser considerada población "ni-ni"? Evidentemente no. De entre la juventud inactiva que declara no estar estudiando o formándose, hay quienes padecen una "enfermedad o incapacidad propia", quienes "cuidan niños o adultos enfermos, con discapacidad o mayores" y quienes, siendo también jóvenes, asumen "otras responsabilidades familiares o personales".

Las únicas personas jóvenes que no explican objetivamente su inactividad representan sólo el 3,89% del conjunto de la juventud española (305.000 personas), un porcentaje estadísticamente irrelevante que apenas ha variado en los últimos años y que es incluso menor que en otras franjas de edad. En la franja de edad de 40 a 54 años no hay un 3,89% de "ni-ni", como entre los jóvenes, sino un 4,18%; y no entre 305.000 personas, como en la franja de edad 16-29, sino entre 423.100.
En un análisis desagregado por sexo se observa que hay más chicas que chicos que pueden cargar con la etiqueta "ni-ni", pero lo llamativo no es esta pequeña diferencia porcentual existente (cuatro décimas), sino qué motivos para permanecer en la inactividad aducen las chicas que ni trabajan ni buscan empleo. Es aquí donde los roles de género persisten: el 11,79% de las jóvenes inactivas cuida de menores o mayores o de personas con discapacidad o bien "tiene otras responsabilidades familiares o personales". En el caso de los chicos inactivos, sólo el 2,16% se encuentra en esta situación.
No existe la "generación ni-ni", sino el paro y la precariedad, etiquetar a la juventud con expresiones cargadas de desprecio como "generación ni-ni" constituye un doble insulto. Implica, en primer lugar, hacer referencia a una realidad que sólo existe en la programación de determinadas televisiones; más del 96% de la juventud española, como mínimo, es activa o tiene razones objetivas para permanecer en la inactividad laboral.
Pero tal vez el mayor insulto radique en que esta ficción ampliamente difundida oculta de hecho la realidad sociolaboral de la juventud, que es la misma que la del resto de la población trabajadora pero aún más precaria e inestable. La juventud española está hoy mejor formada que nunca, y sin embargo tiene una tasa de desempleo del 32% (que asciende hasta el 60% entre menores de 20 años), una tasa de temporalidad del 44% y unos salarios que, hasta los 20 años, no superan la mitad del sueldo medio en nuestro país e impiden la emancipación.
Que una, dos o tres personas jóvenes de cada cien no hagan nada debe ser motivo de preocupación para los poderes públicos; sin embargo, el centro del debate público ha de ser el sistema socioeconómico que deja a la inmensa mayoría de la juventud en una situación vital de inseguridad e inestabilidad permanentes. La falta de adecuación entre formación y empleo, las becas fraudulentas y el trabajo sumergido, además de la precariedad anteriormente descrita, son sólo la punta del iceberg de un gravísimo problema estructural que el Gobierno debe afrontar con urgencia; un problema que nada tiene que ver con los reality show de la televisión.
(Artículo publicado en el nº 37 de Trabajadora, revista de la Secretaría de la Mujer de CCOO)

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